Dicen que soy un héroe....Yo débil, tímido, casi insignificante. Si siendo como soy hice lo que hice, imagínense lo que pueden hacer todos ustedes juntos...
"Habiendo contado 31 estrellas más que comenzaban a centellear en el firmamento del servicio y la entrega en nuestra Institución, la desgracia se ciñó una vez más sobre nuestras vidas y sobre nuestros corazones. Sobre nuestra historia y sobre nuestro juramento. Aquel juramento del que todos y cada uno de los que pertenecemos a esta noble Institución, somos la viviente evidencia de lo que hemos de sacrificar en favor del prójimo.
Corría el viernes 22 de septiembre del año 1972 y en la sala de máquinas de nuestro Cuartel ubicado en Avenida Central N° 4497, en la población José María Caro, descansaba como cualquier día, nuestra bomba MACK B17, símbolo férreo de nuestro ideal, fiel compañera de servicio e innegable aporte para la comunidad.
Junto a esta dependencia, en la sala de estar de la Compañía, un grupo de alegres voluntarios compartían un grato momento, quienes, hacía pocos momentos, regresaban de un Incendio que había ocurrido en las Hualtatas y las Tranqueras. Descansaban y hacían referencia, supongo, a qué harían en la noche, siendo el comienzo de un nuevo fin de semana. Lo más seguro es que organizaran una comida de camaradería para esa misma noche o quizás pensaban en quien saldría a cargo en el primer llamado del horario nocturno, haciendo suyo el tradicional dicho "....la antigüedad constituye grado...." lo que, en algunas oportunidades, ponía de mal humor a los más nuevos y hacía reír a otros más antiguos.
Dentro de este grupo, se encontraba el Director de la época, Jorge Huerta Cañas, quien como conductor autorizado, había puesto en servicio su bomba, privilegiando como siempre, el servicio a la comunidad. Junto a él, se encontraba su Capitán, Omar Cruces León y los voluntarios Fernando Hugo Valenzuela Silva, José Luis Arjona Cornejo, Oscar Daniel Zúñiga Tello, Rodolfo Parra Carreño, José Luis Apablaza Rojas, Luis Marcelo Valenzuela Sáez, Héctor Morales Marquez y el más nuevo de los voluntarios presentes, don Raúl Agustín Bolívar Prado, quien a los 52 años, había ingresado a nuestras filas el 25 de noviembre de 1971, luego de jubilarse del Cuerpo de Carabineros de Chile.
Mientras la camaradería continuaba en el antiguo Cuartel, un llamado de Comandancia ocurría en esos precisos momentos, cercano a la intersección de las calles San Dionisio y San Alfonso. Nuevamente, a las 18:07 horas de ese fatídico día, la Compañía fue llamada a atender dicha emergencia, concurriendo raudos los héroes anónimos que permanecían en el Cuartel en esos momentos. No había gran diferencia con los anteriores llamados. La sirena ululaba su típico sonido lastimero. El papi hacía que los autos que antecedían a la MACK, abrieran camino, aligerando la marcha de nuestra fiel compañera de batallas, cuando de pronto, en la intersección de las calles Carlos Valdovinos con General Velásquez, un vehículo marca Citroën, que no dimensiona el peligro de su imprudente maniobra, cruza su carrocería frente a nuestra máquina.
Quien conducía el carro en esos momentos, Jorge Huerta Cañas, cual avezado y experimentado piloto, tratando de esquivar el vehículo, pierde el control de la MACK, haciendo que esta choque sus ruedas traseras con la cuneta, provocando el volcamiento y posterior impacto del carro bomba con los tirantes de los postes de alumbrado público, haciéndola tumbarse allí, suspendida, cual heroína de antaño, agónica luego de ser embestida por la muerte.
A consecuencia del golpe, varios voluntarios son eyectados del interior de la máquina, resultando con heridas de gravedad tres de los nueve que la tripulaban; uno de ellos impacta su cabeza con el neblinero de un vehículo, otro se golpea la cabeza y cuerpo contra el suelo y el tercero, fatalmente herido, golpea su pecho con los mismos tirantes que detuvieron el andar de nuestra agredida bomba.
Todos ellos son llevados en calidad de extrema urgencia a los centros asistenciales más cercanos, siendo este último trasladado al Instituto de Neurocirugía, en donde es internado con diagnóstico grave, debido a las lesiones que había sufrido producto del impacto, falleciendo posteriormente durante las últimas horas del día sábado 23 de septiembre de 1972, siendo trasladado al día siguiente, a las 20:30 horas, a su otrora cuartel.
Este héroe fue RAUL AGUSTIN BOLIVAR PRADO quien, a 10 meses y 29 días de haber presentado ante la Sesión de Compañía su Juramento de "dar su vida si fuese necesario", terminaba de firmar con su sangre y con su vida aquel magnificente texto de Entrega y amor al prójimo, dejando plasmado el dolor de la penumbra en quienes lo conocieron y compartieron su vida de ideales, agradecidos de haber coincidido en el mismo tiempo y lugar.
Ejemplos como el de Bolívar Prado reflejan para nosotros la senda trazada por Tenderini y no sólo por todos los que estuvieron llamados a servir antes que Raúl en el Cuartel Celestial, sino por esas flamas inextinguibles, los mártires de todo el país, que a través de su vida bomberil, son el firmamento de nuestro cielo majestuoso y eterno, reflejo del sacrificio máximo de entrega al prójimo, quienes cuidan que esa llamarada inmortal de entrega no se extinga jamás.
Ellos son los guías indiscutibles del amor por la entrega. Sin sacrificio no hay victoria.